miércoles, 7 de mayo de 2014

La arquitectura bioclimática, las bicicletas y la agricultura ecológica pueden crear un millón de puestos de trabajo en España en las próximas décadas (bastantes más que el “fracking”)

Bonito titular ¿verdad? Es todavía más bonito que los que aparecieron hace unas semanas en los diarios acerca de las posibilidades del gas de esquisto y el petróleo en España, como el de Expansión el 24 de marzo: “España puede crear 250.000 empleos en 20 años con la producción de hidrocarburos”, o el de El País ”El sueño del oro negro español”. Estos titulares comentaban el informe que Deloitte y la Asociación Española de Compañías de Investigación, Exploración, Producción de Hidrocarburos y Almacenamiento Subterráneo (Aciep) ha realizado con el título de “Análisis del impacto del desarrollo de la exploración y producción de hidrocarburos en la economía española”. 
Nuestro titular no sólo habla de crear puestos de trabajo como los de ACIEP y Deloitte, habla de cuatro veces más empleos. Es todavía mejor. Pero tiene truco. Tiene truco porque es muy fácil hacer pronósticos sobre el papel y resumirlos en titulares generosamente optimistas, pero el de la industria del fracking también tiene truco, y, sinceramente, no sé cuál de los dos es más realista, cuál exhibe más optimismos injustificados ni tampoco cuál se basa en datos más fiables. 
Porque el informe de las compañías de hidrocarburos tiene un talón de Aquiles muy importante: se basa en unas estimaciones de reservas con una incertidumbre enorme. Los propios autores lo reconocen en el texto en frases como estas: “Para interpretar correctamente los resultados de este estudio, conviene recordar que estos recursos prospectivos representan estimaciones probabilísticas de los recursos cuya explotación es técnicamente viable. No se trata de reservas probadas, ni se han estimado en base a una caracterización detallada de todas las cuencas consideradas. Por lo tanto, estas estimaciones conllevan necesariamente un nivel de incertidumbre elevado.[...] Otros aspectos como el coste de extracción de los distintos yacimientos y la evolución de las condiciones del mercado podrían condicionar la viabilidad comercial de estos recursos.” 
Es decir, todavía no hay estudios de campo que permitan saber cuáles son las reservas ni si realmente es rentable extraer hidrocarburos no convencionales en España, pero la industria ya está calculando una detallada estimación de los puestos de trabajo para vender el producto... ¡un caramelo difícil de resistir en un país con seis millones de desempleados! Buena estrategia publicitaria para un estudio técnico muy escaso.
Pero incluso si el estudio de Deloitte y Aciep tuviera datos más fiables sobre las reservas probadas y hubiera hecho una estimación seria de los puestos de trabajo, sigue siendo un informe parcial que no es capaz de decirnos cuál es el impacto económico de los hidrocarburos no convencionales en la economía española, como reza su título. Para poder estimarlo se deberían también incluir las consecuencias negativas. Ya se conoce que en EEUU la explotación de gas de esquisto está teniendo impactos muy importantes: contaminación de acuíferos, suelos y aire, ocupación de territorio, pérdidas en la agricultura y en el valor de los inmuebles situados cerca de los pozos, etc. Estas consecuencias serán mayores en Europa, mucho más densamente poblada, mientras los beneficios se verán sustancialmente rebajados en países como España que no ha tenido nunca una explotación de petróleo y gas convencional significativa. 
No estaría mal estudiar cuántos puestos de trabajo se pueden perder en el Norte de Burgos, el Sur de Cantabria, Baleares o Canarias, regiones que viven de un turismo basado en la calidad de sus bosques, mares y ríos. También se echa de menos un estudio serio sobre los posibles efectos del gas de esquisto sobre la ganadería, la agricultura, la exportación de vinos, el abastecimiento de agua potable, etc. Sólo así se podría ver realmente si el gas de esquisto y el petróleo no convencional crean más puestos de trabajo de los que destruyen. 
En los últimos años se están volviendo habituales este tipo de titulares que nos hablan de energía y de las grandes posibilidades de alguna tecnología más o menos novedosa. Se habló en su día del proyecto Desertech “el gigantesco proyecto solar del Sáhara abastecerá a España en 2015”, de los coches eléctricos que serían “el avance generador de empleo del país”, de las nuevas generaciones de centrales nucleares que iban a ser mucho más económicas, seguras y rápidas de construir (como la de Olkiluoto-3, en Finlandia, que lleva cinco años de retraso con un sobrecoste de más del 100% sobre el precio inicialmente fijado). Se ha hablado del hidrógeno, la fusión, las pilas de combustible, de los biocombustibles extraídos del girasol, de la Jatropha o microalgas. 
Pero el optimismo con el que se presentan estas tecnologías se ve rebajado en muchas ocasiones por noticias que acaparan mucha menos atención y hablan de pinchazos tecnológicos en algunos casos muy importantes. En los últimos años hemos visto cómo los biocombustibles muestran unos rendimientos ínfimos que hacen que sólo sean rentables en las mejores tierras de África y Latinoamérica (donde se están acaparando miles de hectáreas, dejando en la miseria a los campesinos locales); estamos comprobando que los coches eléctricos apenas se venden porque su relación prestaciones/precio es muy mala y que los “grandes” descubrimientos de petróleo de Noruega del año 2011 y de Brasil en 2012 apenas tienen reservas para el consumo mundial de 40 y 3 días respectivamente. 
Y es que las noticias sobre energía en la prensa (al menos en la prensa mayoritaria) son abundantes pero no nos hablan de lo que realmente necesitamos saber. Se tratan aspectos parciales y se da gran relevancia a los avances tecnológicos, pero no se habla de aspectos preocupantes ampliamente aceptados en la comunidad científica como el pico del petróleo y tampoco se dan panorámicas globales. De esta forma, aunque aparentemente nos informan sobre energía, no nos muestran lo más importante: tenemos una crisis energética global y muy profunda.

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